Dejando a un lado muchos y muy antiguos antecedentes históricos de la Masonería, oscuros e inconexos, señalaremos aquí que la Francmasonería surgió de las corporaciones de obreros de la construcción en la Edad Media. Los canteros alemanes y los constructores ingleses de esos tiempos no constituían únicamente asociaciones de oficios, (“guildas”), sino verdaderas hermandades donde se enseñaba y se ejercitaba una teoría secreta de sus respectivas artes y oficios. Muchos autores han probado que los francmasones no han inventado su liturgia y sus símbolos, y que tampoco los han copiado de otras sociedades secretas arcaicas, sino que les han sido transmitidos, por sucesión directa, de las sociedades gremiales de que proceden.
Se pretende que la Masonería es tan antigua que ya existía y se practicaba en las pirámides de Egipto, en los templos de la India, en las cavernas de los Esenios, en las criptas secretas de los mayas, en la Academia de Pitágoras y en muchas otras sociedades iniciáticas de muy remota antigüedad. Las semejanzas, reales o imaginarias, con los ritos y ceremonias que se llevaban a cabo en esos tiempos, demuestran que la Francmasonería llena una íntima necesidad del espíritu humano, cual es la de buscar la superación personal y encauzar las potencialidades individuales hacia el bien común.
Que estas técnicas no hayan variado grandemente en el curso de varios milenios no debe extrañarnos, ya que los antropólogos y los etnólogos han demostrado que el hombre sigue siendo esencialmente semejante en sus manifestaciones mentales y afectivas desde que es hombre, a pesar de todas las modificaciones ambientales que ha logrado la civilización.
La Masonería en su forma actual, tomó cuerpo en Inglaterra a fines del Siglo XVII. Con anterioridad, existían en Alemania, Francia e Italia las cofradías de constructores, o “masones,” en donde se enseñaban no solamente las artes y las ciencias que debía dominar un maestro constructor, sino que se impartían principios de moral y buena conducta, que garantizaran la armonía dentro de las corporaciones. Los lustros de duración de las monumentales obras que ejecutaban los “masones” (entre las cuales se encuentran las más preciadas joyas del estilo gótico) favorecían que se estableciesen relaciones muy estrechas entre los numerosos artistas y obreros, los cuales formaban verdaderos “equipos” bajo la dirección de sus grandes maestros arquitectos, que eran solicitados para ejecutar obras en ciudades distantes y en diferentes países. Natural es que, en sus viajes, buscasen la ayuda de otros miembros de su misma profesión, también agremiados en cofradías, y que asistiesen a las reuniones de sus “logias.” De esta necesidad de viajar y de ser reconocidos y atendidos, como de las precauciones que cada agrupación debía tener para no admitir entre sus miembros a un operario que fuese a romper la armonía por su mala conducta, o a explotar en su beneficio personal los conocimientos que se impartían en las logias, surgieron los signos secretos de reconocimiento, la jerarquización en tres grados, con obligaciones y prerrogativas distintas, y el sigilo y discreción para realizar las reuniones de masones.
El nombre de francmasón, derivado de la palabra freemason, y que significa “masón libre,” se daba a los constructores que tenían la libertad de contratar sus servicios con cualquier persona y de cualquier país, a diferencia de los que estaban ala servicio exclusivo de algún noble, prelado eclesiástico o monarca. Estos último, desde luego, no precisaban de signos de reconocimiento, ni de todas las demás cosas que caracterizaban las logias de francmasones.
Por la necesidad de viajar y de conocer diversos países y costumbres, los francmasones tuvieron contacto con distintas maneras de pensar y diferentes organizaciones políticas, lo cual les confirió un punto de vista excepcionalmente amplio hacia los problemas religiosos, filosóficos, económicos, sociales y políticos de su época.
Hubieron de admitir, con igualdad de derechos, a hombres de distintas nacionalidades, credos y razas, esto sentó las bases a los principios humanistas de la naciente Orden.
En los siglos X, XII, y XIV, se emprendieron en Escocia e Inglaterra grandes obras, y para su realización se importaron obreros alemanes, quienes llevaron consigo los usos y costumbres de las logias alemanas. A su influjo surgieron las logias escocesas e inglesas.
Hacia principios del siglo XVIII, la construcción había decido grandemente y, consecuentemente, languidecían las logias de los masones operativos; entonces, en 1717, se constituyó en Londres una Gran Logia, bajo el patrocinio de un grupo de hombres de gran ilustración, que veían con pena la decadencia de las logias de constructores. Fue entonces cuando nació, propiamente, la Francmasonería de nuestros tiempos, la cual ha conservado cuidadosamente el espíritu de las antiguas cofradías, sus principios constitucionales y usos y costumbres tradicionales, apartándose de la construcción material. Admitió en sus filas a hombres de todos los oficios y condición social, a la vez que daba una interpretación elevada y filosófica a sus símbolos; así, la Francmasonería adquirió un carácter más amplio, susceptible de extenderse por todo el mundo.
Al ser electo Jorge Payne para cargo de Gran maestro, emprendió la meritoria tarea de reunir todos los preceptos existentes y formar una colección de 39 ordenanzas generales, que fueron revisadas por el Dr. James Anderson, teólogo e historiador, y sirvieron de base a la Constitución publicada en 1723, que es el primer fundamento legal de la Masonería.
Prosperó, a partir de ese momento, la Orden, contando entre sus iniciados a distinguidos miembros de la nobleza y de la familia real de Inglaterra. Entre 1739 y 1772, surgieron ciertas desavenencias internas que dieron origen a su separación en dos ritos: el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y el Rito de York, o de Real Arco.
De Inglaterra la nueva Francmasonería se extendió rápidamente a otros países. En Francia apareció entre 1721 y 1732 y alcanzó un auge inusitado. Se formaron nuevos ritos y se crearon grados filosóficos, siendo esta, al principio, una innovación mal recibida en otros países, ya que infringía los Antiguos Límites que únicamente establecían los tres primeros grados.
La Masonería ha contado entre sus miembros a distinguidas personalidades, como Voltaire, Rousseau, Condorcet, Víctor Hugo, Gambetta, Herriot, Dantón, Marat, Alejandro Dumas, Napoleón Bonaparte, Emilio Zolá y muchos más. En las logias masónicas se gestó la Revolución Francesa, y de los principios masónicos se sirvieron los revolucionarios como bandera en la lucha contra la tiranía.
Entre los masones más distinguimos a Federico el Grande de Prusia, Francisco I de Austria, Goethe, Mozart, Beethoven, Wagner, Benjamín Franklin, Jorge Washington, el Conde de Lafayete, Tomás Jefferson, Abraham Lincoln, Américo Vespucio, Leonardo da Vinci, Gral. Prim, Francisco Javier Mina, Emilio Castelar, Simón Bolívar, José Martí, Bernardo O’Higgins, José de San Martín, Antonio José de Sucre, José Ma. Morelos y Pavón, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, don Guadalupe Victoria, Agustín de Iturbide, Valentín Gómez Farías, Nicolás Bravo, Benito Juárez, Melchor Ocampo, Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz, Ignacio Ramírez, Alfredo Chavero, el Berón de Humboldt, Francisco I. Madero, José Ma. Pino Suárez y Muchos más.
La Masonería ha tenido en México un glorioso historial de gestas libertarias, y ella ha sido la inspiradora de nuestros movimientos políticos e ideológicos de mayor trascendencia. Sin temor a exagerar, podemos decir que los masones mexicanos dieron a nuestra patria la Independencia, la Leyes de Reforma y la Revolución de 1910, y que siempre que ha sido necesario combatir por nuestra mexicanidad y por los derechos del hombre, han sido los primeros en ofrendar su pecho y su pensamiento en defensa de nuestra soberanía y libertad.
En la actualidad, con la excepción de España y Rusia, en todos los demás países del mundo tiene raíces profundas la Masonería y cuenta mayor número de miembros que cualquier otra sociedad internacional de este tipo.
Las fuerzas renovadoras que han actuado dentro de ella, en nuestro país, la han modernizado y cohonestado con los adelantos de nuestro tiempo, y se observa una saludable tendencia a incorporar a sus técnicas y enseñanzas los descubrimientos más modernos de la ciencia. De esta manera la Masonería evoluciona y se pone a tono con la época, para seguir siendo la fuente de donde brota la fuerza renovadora del pensamiento humano.
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